viernes, 31 de agosto de 2012

Mensaje Del Día


A causa de su naturaleza carnal y materialista, los religiosos han colocado a los Diezmos y Ofrendas como valores materiales, obligando la figura de la malicia en el medio cristiano. Pero la realidad es bien diferente.
Los valores espirituales de los hipócritas están sujetos a los valores materiales. Quiere decir, priorizan las conquistas materiales para después atender a las conquistas espirituales.


La enseñanza del SEÑOR es clara y precisa para los interesados en seguirlo: “… buscad pues en primer lugar Su Reino y Su Justicia, y todas las demás cosas os serán añadidas.” Mateo 6:33

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martes, 28 de agosto de 2012

Diezmo y Diezimista









Los diezmos y las ofrendas no se trataban de frutos de la tierra ni de dinero. Reflejaban el carácter espiritual del diezmista y ofrendante. Significaban y continúan significando honra, respeto y, sobre todo, la sumisión a la soberanía del Señor de los Ejércitos. La desconsideración de los pueblos paganos a ese respecto era hasta comprensible, dada su ignorancia. Pero eso no era de ninguna manera admisible para el pueblo que había tenido experiencias extraordinarias con Dios y Su poder.
De esclavo, Israel se había transformado en una nación poderosa, gracias a la intervención del Dios de sus padres. ¿Y cómo ahora iba a robarle Su posición de Señor y colocarse en Su lugar?
Pues a partir del momento en que Israel no honraba al Señor con los diezmos y ofrendas, en otras palabras, estaba intentando apoderarse, fraudulentamente, de la Autoridad Divina y se elegía a sí mismo como señor y dios.
La Autoridad de Dios estaba representada en el Jardín del Edén por un árbol. Hoy, esa misma autoridad es representada por los diezmos de cada ser humano.
Cuando la persona usa los diezmos en beneficio propio, consciente o inconscientemente, está asumiendo el lugar de Dios en su vida. De ahí el hecho de que ella jamás consiga la felicidad en este mundo.
Y lo peor es que carga sobre sí la maldición.
Dios nunca revocó la Ley de los diezmos. Fue instituida con la creación del hombre.
El Señor lo había hecho a Su imagen y semejanza;
Le dio el dominio sobre los animales, en la Tierra, en los cielos y en los mares;
Le dio la autoridad sobre toda la Tierra;
Le dio el derecho de multiplicarse. Eran apenas dos, hoy son siete mil millones…
Ese derecho, ni los ángeles, ni los arcángeles, querubines o serafines lo tuvieron. Mucho menos el diablo y sus demonios. Solo el ser humano recibió el don de traer a la existencia seres inteligentes como él.
Quiere decir, ¿qué le faltaba al ser humano para ser igual a Dios?
Él fue creado un poco menor que Dios. Además de eso, de honra y gloria el Señor lo coronóSalmo 8:5
¿Habría sido eso poco?
Pero para establecer sus límites y hacerlo reconocer al SEÑOR COMO ÚNICO DIOS Y CREADOR, fue colocado en el medio del Jardín del Edén el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Era el símbolo de la autoridad suprema del Altísimo que jamás podría ser violada
Ese árbol era el diezmo.
Adán y Eva tenían la plenitud de la libertad sobre todos los demás árboles, con excepción de aquel.
Lo mismo sucede en los días actuales. El ser humano tiene plena libertad sobre toda la Tierra, pero dentro de sí, en el centro de su voluntad, está el derecho de obedecer o no, de honrar o no, de someterse o no al Creador.
Adán y Eva optaron por la desobediencia, excedieron sus límites y quisieron SER IGUALES A DIOS. Con eso trajeron para sí la maldición que se extendió a toda la humanidad.
Lucifer se transformó en Satanás exactamente por el mismo motivo. Reclamó el derecho de querer ser igual a DiosLea Isaías 14:13-14
Y para que la humanidad vuelva a tener comunión con Dios, la única Puerta de Entrada es a través de reconocerlo como Señor y Creador de todas las cosas.
¡No es un reconocimiento teórico! ¿De qué sirve confesar a Jesús como Señor y Salvador si, en la práctica, no se obedece a Su Palabra?
Para volverse a Él primero hay que ser diezmista fiel. De lo contrario, se está distante de Él, lo que en la práctica significa maldición.
Medite y verifique esto en el texto:
“Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de Mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a Mí, y Yo Me volveré a vosotros, ha dicho el Señor de los Ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?
¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros Me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué Te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, Me habéis robado.”
Malaquías 3:7-9
Por lo tanto, quien no es fiel en los diezmos rechaza el señorío de Jesucristo y roba Su lugar haciéndose señor de sí mismo.
Esta es la razón por la cual el Señor consideró a la nación de Israel maldita, cuando dijo:
“Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, Me habéis robado.” Malaquías 3:9  Malaquías 3:9

domingo, 26 de agosto de 2012

Confeciones del débil






No sirve que el débil se haga el papagayo y repita la Palabra: “Diga el débil: Fuerte soy.” Joel 3:10, cuando aún no nació de nuevo.
El débil solo será fuerte cuando nazca del Fuerte, El Todopoderoso.
Mientras tanto, puede confesar lo que quiera que no va a suceder nada.
Jesús le dijo al maestro del judaísmo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede VER el Reino de Dios. Juan 3:3
Y añadió: “que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede ENTRAR en el Reino de Dios.” Juan 3:5
¿De qué le servía a Nicodemo tener profundos conocimientos de la Ley y de los Profetas, si le faltaba el nuevo nacimiento?
El conocimiento de la Palabra de Dios sin su práctica no es suficiente. Pero para practicarla, él necesitaba ser nacido del Espíritu.
Dios “nos ha habilitado para ser ministros de una Nueva Alianza no de la letra sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica.” 2 Corintios 3:6
Por lo tanto, basta de repetir versículos bíblicos no vividos, no practicados y ausentes de espíritu.
La repetición de versos bíblicos solo sirve como punto de apoyo para la religiosidad.
Sin el nacimiento del agua y del Espíritu Santo, no existe la más mínima chance de que sobreviva la fe en este mundo. Y si no vence al pecado del mundo, ¿cómo salvar su alma?
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” 1 Juan 5:4
Si usted piensa que eso es radicalismo, vea por sí mismo el número increíble de creyentes incrédulos y perturbados a su alrededor.
Ellos son frutos del trabajo de “pastores” nacidos de la carne, que están más preocupados por el número de miembros y sus ofrendas que por la salvación de sus almas. Por eso tales “pastores” predican que basta aceptar a Jesús como Salvador y ya está salvo.
Solo que aceptar a Jesús o creer en Él no hace ninguna diferencia cuando no se obedece la Palabra de Jesús.
Pero, ¿cómo obedecer la Palabra sin ser espíritu?
Y, ¿cómo ser espíritu sin haber nacido del Espíritu Santo?
Jesús dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” Juan 3:6
Y agregó: “No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.” Juan 3:7
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