martes, 28 de agosto de 2012

Diezmo y Diezimista









Los diezmos y las ofrendas no se trataban de frutos de la tierra ni de dinero. Reflejaban el carácter espiritual del diezmista y ofrendante. Significaban y continúan significando honra, respeto y, sobre todo, la sumisión a la soberanía del Señor de los Ejércitos. La desconsideración de los pueblos paganos a ese respecto era hasta comprensible, dada su ignorancia. Pero eso no era de ninguna manera admisible para el pueblo que había tenido experiencias extraordinarias con Dios y Su poder.
De esclavo, Israel se había transformado en una nación poderosa, gracias a la intervención del Dios de sus padres. ¿Y cómo ahora iba a robarle Su posición de Señor y colocarse en Su lugar?
Pues a partir del momento en que Israel no honraba al Señor con los diezmos y ofrendas, en otras palabras, estaba intentando apoderarse, fraudulentamente, de la Autoridad Divina y se elegía a sí mismo como señor y dios.
La Autoridad de Dios estaba representada en el Jardín del Edén por un árbol. Hoy, esa misma autoridad es representada por los diezmos de cada ser humano.
Cuando la persona usa los diezmos en beneficio propio, consciente o inconscientemente, está asumiendo el lugar de Dios en su vida. De ahí el hecho de que ella jamás consiga la felicidad en este mundo.
Y lo peor es que carga sobre sí la maldición.
Dios nunca revocó la Ley de los diezmos. Fue instituida con la creación del hombre.
El Señor lo había hecho a Su imagen y semejanza;
Le dio el dominio sobre los animales, en la Tierra, en los cielos y en los mares;
Le dio la autoridad sobre toda la Tierra;
Le dio el derecho de multiplicarse. Eran apenas dos, hoy son siete mil millones…
Ese derecho, ni los ángeles, ni los arcángeles, querubines o serafines lo tuvieron. Mucho menos el diablo y sus demonios. Solo el ser humano recibió el don de traer a la existencia seres inteligentes como él.
Quiere decir, ¿qué le faltaba al ser humano para ser igual a Dios?
Él fue creado un poco menor que Dios. Además de eso, de honra y gloria el Señor lo coronóSalmo 8:5
¿Habría sido eso poco?
Pero para establecer sus límites y hacerlo reconocer al SEÑOR COMO ÚNICO DIOS Y CREADOR, fue colocado en el medio del Jardín del Edén el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Era el símbolo de la autoridad suprema del Altísimo que jamás podría ser violada
Ese árbol era el diezmo.
Adán y Eva tenían la plenitud de la libertad sobre todos los demás árboles, con excepción de aquel.
Lo mismo sucede en los días actuales. El ser humano tiene plena libertad sobre toda la Tierra, pero dentro de sí, en el centro de su voluntad, está el derecho de obedecer o no, de honrar o no, de someterse o no al Creador.
Adán y Eva optaron por la desobediencia, excedieron sus límites y quisieron SER IGUALES A DIOS. Con eso trajeron para sí la maldición que se extendió a toda la humanidad.
Lucifer se transformó en Satanás exactamente por el mismo motivo. Reclamó el derecho de querer ser igual a DiosLea Isaías 14:13-14
Y para que la humanidad vuelva a tener comunión con Dios, la única Puerta de Entrada es a través de reconocerlo como Señor y Creador de todas las cosas.
¡No es un reconocimiento teórico! ¿De qué sirve confesar a Jesús como Señor y Salvador si, en la práctica, no se obedece a Su Palabra?
Para volverse a Él primero hay que ser diezmista fiel. De lo contrario, se está distante de Él, lo que en la práctica significa maldición.
Medite y verifique esto en el texto:
“Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de Mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a Mí, y Yo Me volveré a vosotros, ha dicho el Señor de los Ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?
¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros Me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué Te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, Me habéis robado.”
Malaquías 3:7-9
Por lo tanto, quien no es fiel en los diezmos rechaza el señorío de Jesucristo y roba Su lugar haciéndose señor de sí mismo.
Esta es la razón por la cual el Señor consideró a la nación de Israel maldita, cuando dijo:
“Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, Me habéis robado.” Malaquías 3:9  Malaquías 3:9

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